Yo Soy una Creadora
Crear: producir algo de la nada. Soy la dueña de mi vida, yo creo las experiencias que vivo, incluso si a primera vista parecen inconscientes. Yo y nadie más que yo soy la responsable de lo que sucede en mi vida. Crear para mí es una constante. Yo soy una creadora de mi vida y soy muy creativa, especialmente en lo artístico.
Mi historia con la creatividad
¿Cuál es mi relación con la creatividad?, ¿por qué me considero experta en creatividad? Desde que era niña me sentía muy a gusto creando. Como hija única, jugaba con amigos imaginarios en historias que yo misma creaba. Mi madre me dejó ser creativa, lo incentivó. Quería que tome clases de danza, oratoria, inglés, dibujo y otros cursos más que ya no recuerdo. Era muy tímida de niña, para mí era suficiente con tener que lidiar con los niños de la escuela como para tener que ver a otros fuera de clases. Lo sé era un poco asocial en ese entonces. Poco a poco dejó de insistir con las clases, aunque me obligó a tomar oratoria y eso ayudó a que pierda esa timidez crónica.
Me dio luz verde para que yo siga –por mi cuenta– con la creatividad sobre todo la artística.
Cuando me encontraba en último año de colegio, quería estudiar Bellas Artes, pero mi madre y yo nos dejamos convencer por mi abuela que decía que del “arte no se vive”. Típica creencia limitante con respecto a la creatividad artística…
No duró mucho la obediencia a mi abuela. Abandoné en segundo año turismo e hice el cambio de carrera, esta vez en letras. Desde la adolescencia empecé a disfrutar de los libros de ficción. Podía imaginar las historias, vivirlas con los protagonistas. Como me gustaba crear mundos posibles, pensé que literatura se trataba de eso.
Me llevé una decepción estudiando esa carrera porque más se enfocan en la crítica literaria que en la imaginación, pero pese a eso acabé, presenté una tesis enfocada en la crítica, me licencié y guardé ese título en algún cajón.
En los cinco años que estudié, apenas cinco de las casi 30 materias de la malla curricular de esa época se enfocaban en la imaginación, sin contar con los cursos introductorios a cada género. Ahora creo que suprimieron esas pocas materias creativas que todavía había cuando yo estudiaba. Puse todo mi entusiasmo y pasión en esos poquísimos talleres y en los demás fui alumna media, aunque un poco rebelde: me negué a tener buena redacción, que al final me terminó perjudicando, pero, en fin, si puedo ser mala redactora tengo su contraparte –su contraaspecto– y la creé y aquí estoy escribiendo ensayos, que es uno de los géneros que disfruto. Con buena redacción.
En el taller de poesía fue en el que empecé a profundizar el proceso creativo. El profesor como trabajo final nos pidió que entregáramos un libro de poemas. Podíamos elegir cualquiera de las técnicas que nos había enseñado, elegí la escritura automática o inconsciente, e insistió en que mientras durara el proceso de la creación del poemario teníamos que escribir un diario.
Ya para ese año (2011) en mi vida personal me encontraba en un proceso de interiorización y liberación. Estaba trabajando la destilación de la sabiduría de mis experiencias vividas en ese momento. También tenía que escribir un diario, pero la exigencia era que cada entrada apenas tenga 25 palabras. ¡Eso es un reto!, porque se trata de extraer la esencia, solo lo importante de una experiencia. Como no tenía ganas de escribir dos diarios, uní ambas tareas y así como contaba en 25 palabras mis experiencias diarias, también contaba los procesos creativos del proyecto de poemas.
La escritura de ese libro fue el detonante para explorar más a profundidad mi creatividad. Como había elegido la escritura inconsciente antes de empezar a escribir un poema tenía que estar con la mente en blanco, así que empecé a hacer algo parecido a meditaciones. Primero meditaba, luego escribía.
Para ese entonces empecé a jugar también con la música. Soy melómana. Amo la música, especialmente el rock alternativo, la música electrónica, música ambiente o new age como también la llaman y la instrumental. –Ahí están mis orígenes musicales, aunque últimamente también escucho otros géneros más comerciales que tienen excelentes coreografías de baile–. Así que escuchaba música y empezaba a bailar, antes de escribir.
La música tiene algo que me conecta directamente con mi alma, mi consciencia. Desde ese entonces la conexión es ésta: música, baile y escritura. No siempre lo realizo en ese orden y no siempre hago los tres. También fue mi primer contacto con la danza. No me importaba si bailaba bien o no, sólo me encerraba en mi habitación ponía algo de la música de mis artistas favoritos y bailaba. Era algo así como una meditación en movimiento.
Así que algunas veces meditación como se la conoce y en otras ocasiones meditación en movimiento (baile) para antes de escribir ese trabajo escritural.
Un día puse el recopilatorio de las presentaciones de los del Circo del Sol y me puse a bailar. Estaba con los ojos cerrados y “vi” una palabra. Fue muy claro: Shizat. Empecé a usar esa palabra como pseudónimo mío. Sé que significaba algo importante pero no lo tenía claro en ese entonces. De todos modos, así es como firmo en ese escrito.
Entregué el libro de poemas. Pero la exploración de mi creatividad continúo. Fui más adentro para saber qué más había en la creatividad artística y en la creación como tal.
Casi más de un año después un amigo me insistió mucho en que presentara alguno de mis poemarios al certamen Pablo Neruda. Presenté el mencionado anteriormente, que por cierto se llama Consciousness entre inconsciencia y consciencia. Meses después me llamaron para notificarme que había ganado el premio. Gracias a ese libro loco –así suelo denominarlo– viajé a Chile, conocí Santiago, Valparaíso, la isla negra. Fue una gran experiencia. Para ese año ya estaba empezando a permitir/crear la abundancia en mi vida. El premio fue la consecuencia de ese trabajo que hacía en mi interior.
Quise publicar otros libros después de ése, pero no tengo paciencia para recibir como respuesta las obstinadas negativas de algunas editoriales. Posiblemente cree ebooks de mis libros, incluido Counsciousness y los vaya subiendo esta página web de Créate para que estén a la venta.
También me di cuenta que esta profundización que hice con mi creatividad no solamente puede abarcar lo literario. Puedo usarla para lo que quiera. Aprendí dibujo, suelo hacer zentangle, aprendí toda clase de tejidos: crochet, macramé, telar, huicholes. Me encanta hacer amigurumis (muñecos tejidos). Incluso tuve mi etapa como artesana. Además de estudiar lo básico de arteterapia.
Tuve que poner una pausa a mis procesos creativos para ejercer mi carrera. Trabajé como correctora de estilo en un periódico. Interesante experiencia, me relacioné codo a codo con periodistas y trabajé como ellos: de lunes a lunes, de enero a enero y de feriado a feriado. Mis respetos por los comunicadores sociales, porque tienen un laburo muy exigente.
Por breves momentos dejé aflorar mi creatividad escribiendo algunas crónicas que se publicaron en ese medio. También tomé cursos online pero muy someramente de fotografía.
Ahora me encuentro en dos proyectos creativos: Créate y el curso de creatividad que armé. Tomé toda mi experiencia antes contada y otras más y lo convertí en un curso de creatividad. Mi otro proyecto creativo es que estoy decidida a aprender mejor sobre la danza. Shizat –mi faceta creativa, ahora ya lo tengo más claro– nació entre danzas circenses y me di cuenta que la danza es mi elemento.
Yo Soy una creadora
Y como dije al principio, también soy creadora de mi vida. Ben Parker antes de morir le dice al hombre araña –su nieto– que “un gran don conlleva una gran responsabilidad”. Incluso antes de que empiece mi proceso de interiorización esa frase caló muy adentro de mí. Si la creación es un don nato del ser humano, ser consciente de ello conlleva responsabilidad. He aprendido a ser responsable de que todo lo que sucede en mi vida es mi creación.
Ya no culpo a mi familia o a la sociedad o a algún país desarrollado o potencias mundiales. Tampoco culpo a maldiciones o al destino por lo que estoy viviendo. Absolutamente nada externo a mí controla mi vida. Yo soy la responsable total de mis creaciones.
Y, ¿tú a quién responsabilizas de lo que sucede en tu vida?
No es fácil, la víctima –que todos llevamos dentro– no va a aceptar la responsabilidad porque es más fácil echar la culpa de las buenas o malas circunstancias a los demás que tomar las riendas de nuestra vida. No es fácil, yo tuve mi lucha conmigo misma para dar este paso. Pero lo di.
Ser responsable de uno mismo es madurez y fue el primer compromiso que hice conmigo misma. Si quería ir más allá de mi propia espiritualidad, aprendí a ser responsable de mi vida, mis actos, de todo.
Yo Soy una Creadora. Tengo entre mis manos un certificado que avala esa promesa de ser responsable de mi vida.
Como ven, la creatividad no sólo la he llevado a lo artístico- artesanal sino a mi vida misma.
Me encanta lo que dice este documento. No tanto por el hecho de que es un certificado y a la gente le encanta jactarse de los títulos obtenidos y cuantos más tenga mucho mejor. No soy ese tipo de personas. Un papel no me va a definir. Me encanta porque es un hermoso recordatorio de quién en verdad Soy. Una rápida traducción del original:
“Conscientemente reconozco, acepto y abrazo que Yo Soy la Creadora de mi vida y de todas mis manifestaciones. He elegido ir más allá del karma, destino, de la providencia y de la culpa. Cada respiración es mía; cada momento es mío para contemplarlo. Por cualquier nombre, Yo Soy un ser soberano”.