El tema del día. El virus de la corona. Cuando me refiero al Coronavirus de esta manera, o sea lo invierto percibo ciertas reacciones en la gente. Algo así como una risa burlona, incluso rebeldía si mis receptores tienen inclinaciones izquierdistas. Otros conocidos o amigos míos intuitivamente lo están relacionando con el tema de la riqueza. Es que está la palabra “corona” y esta palabra como muchas otras tiene un significado muy profundo y arraigado en nuestro subconsciente tanto individual como colectivo.
Obviamente un científico argumentaría que se denomina así por las extensiones que lleva encima de su núcleo las cuales se asemejan a la corona solar. Pero no es casual que se llame así, tiene una relación energética con lo que significa corona. La Corona.
Este virus está provocando un colapso en la economía mundial, como los gobiernos han determinado la cuarentena planetaria (bueno algunos países obedecen más que otros, pero ahí la disposición: No salir de casa, no saludarse con besos ni abrazos, lavarse las manos varias veces al día, etc., etc.), entonces el dinero no está fluyendo como debería, porque todo se ha detenido.
Ahora, tengo una pregunta, dos: ¿este virus está provocando un rompimiento en la economía mundial?, o ¿está poniendo en evidencia el desequilibrio que ya existía en la economía mundial?
Ambas se podrían responder afirmativamente. Los gobernantes –y aquí no importa su ideología política, porque tanto derechistas como izquierdistas se comportan de la misma manera– han mantenido esa desigualdad de enriquecimiento para pocos, los de la cúpula de gobierno, mientras el pueblo se muere de hambre. Mala distribución de los alimentos, de los recursos básicos para la subsistencia del ser humano y mucha corrupción.
¡Vaya! La manera de actuar de la Corona sigue operando en estos días como en la antigüedad, los humanos no hemos cambiado tanto como parecía…
Coincido con las afirmaciones de Adamus Saint Germain con respecto a este tema, porque lo estoy observando y tiene sentido, tiene sentido para mí, no necesariamente tiene que tener sentido para ti. Al fin y al cabo, estoy poniendo en palabras escritas mi punto de vista de un tema bastante coyuntural.
Adamus afirma en esta canalización que el virus de la corona es un desequilibrio de la abundancia en el planeta. La presencia de cualquier virus significa desequilibrio desde lo físico hasta lo energético. El propósito final de todo virus es limpiar y recuperar el balance.
Desde que empecé en ese camino espiritual –del cual ya me salí– sabía que, si quiero cambiar al mundo, primero cambio yo. Los grandes cambios empiezan por uno mismo, el mejor cambio es desde adentro hacia afuera. Así que, independientemente estés de acuerdo conmigo o no, es tiempo de volver a nuestra consciencia y volver a revisar nuestra relación con la corona. Es decir, nuestra relación personal, individual con la abundancia.
La abundancia no solamente implica riqueza monetaria, es parte, pero no lo es todo. Ser abundante quiere decir ser abundante en autoestima (me digan lo que me digan, los humanos tenemos graves carencias de autoestima, nos cuesta amarnos a nosotros mismos, un amor TO-TAL, por tanto, hay una carencia de amor a uno mismo). Ser abundante, no solo en amor, sino en experiencias de vida. ¿Qué tipo de experiencias atraes a tu vida?
Todos somos abundantes, pero ¿en qué lo somos? Esa es una buena pregunta. ¿Somos abundantes en drama?, ¿somos abundantes en conflictos?, y esta es una buena: Somos abundantes en carecer de dinero, ¡abundamos en eso! Y en situaciones como esta pandemia se ha hecho muy evidente esa carencia.
Ha sido un recorrido de muchos años para poder decir esta afirmación ya interiorizada: La abundancia me sirve y soy lo suficientemente consciente de elegir cómo quiero que me sirva. Todos tenemos ese potencial para nuestras vidas, pero ¿lo elegimos?, ¿lo elegiremos algún día? No, porque primero tenemos que limpiar muchas, muchas creencias limitantes con respecto a la abundancia. Hay que limpiar la mierda de la casa para que esté reluciente o transformada, ¿no?
Las creencias más comunes: “el dinero trae infelicidad”, o ésta que es muy similar: “ser abundante es malo ante los ojos de algún dios”. ¡Auch! Estoy aguda, las religiones han sabido vender muy bien los votos de pobreza para sus seguidores, mientras los primeros se enriquecen a costa de los segundos.
Otra creencia muy común es “No me lo merezco. Fui malo o hice estas cosas malas y no me merezco ser abundante, porque primero tengo que purgar mis pecados”. ¿En serio? Sería mejor que tengas tal cantidad de amor hacia ti mismo como para que todas las culpas y vergüenzas se disipen de una vez por todas ¿Qué otras creencias limitantes más existen con respecto a la abundancia? Hummm…
Y tengo que tener cuidado con esto, tomarlo con pinzas, hay libros que incitan a las personas a cambiar sus patrones mentales con respecto al dinero y de esa manera –les garantizan– van a obtener el éxito tan anhelado. ¡Ay! ¡qué absurdo! o sea, es como que dijeran: “cambia tu mentalidad de pobre para tener poder como un rico”. Muy gracioso.
Eso de perseguir el éxito a toda costa pertenece al imperio de la razón. La vida no se trata de alcanzar el éxito ni la perfección absoluta. No tiene sentido. La vida se trata de experiencias tanto luminosas como oscuras.
Si un humano se enfoca –se obsesiona– con alcanzar el éxito lo único que logra con eso es alimentar el desequilibrio de su energía.
Otra vez la ilusión del poder. La verdadera abundancia no tiene nada que ver con el poder ni el éxito. La verdadera abundancia es permitir que la vida te sirva y te traiga a las personas, las experiencias, incluso el dinero, todo lo adecuado en el momento adecuado.
Permitir que la vida te sirva. Permitir. Realmente es una palabra bonita. En el español se la define como dejar que una persona haga algo o no oponerse a que la haga. Me quedo solamente con los verbos de esta definición: permitir es dejar y no oponerse.
El significado en inglés es más abstracto: to allow. Que significa dejar hacer o dejar suceder. Ya no se encuentra el sujeto como en la definición en español, sino permitir es dejar hacer o dejar que suceda. Entonces, la abundancia es dejar que suceda. ¡Simple!
Pero lo más simple, es lo más difícil de hacer, porque a la mente le encanta dar vueltas, analizar, esforzarse. Repito: la mente no es todo lo que somos.
¡Podría dar sesiones sobre la abundancia! Sí, tal vez las dé, pero sería muy implacable, honesta e intolerante con victimizaciones. Te has dado cuenta que hay algo más de lo que conoces en esta realidad y quieres ir más allá, pues acá una servidora para contarte los otros caminos…
Y retornando al virus de la corona, que ya me extendí demasiado con este escrito…
¡Vaya, vaya! Con situaciones como esta pandemia se pone en evidencia que los humanos somos pura emoción e instinto, apenas una pequeña superficie de racionalidad y eso que nos encontramos en la era del ensalzamiento a la razón. Y, ¡es bueno que sea así!, porque esa buena parte no visible en cada uno de nosotros nos recuerda que no solo somos lógica e inteligencia, sino que somos mucho más.
Lo primero que se ha activado con este virus es el instinto de supervivencia. Es obvio, un instinto básico del ser humano es estar vivo, no muerto. También observo la abundancia de miedo que produce esta enfermedad. Miedo a enfermar, el miedo innato a la muerte. ¿Qué se puede hacer en estos casos?
Sé que suena extraño, pero aquí se trata de aceptación. Aceptarnos como seres humanos, aceptar la muerte como un hecho. Y no estoy diciendo con esto: “salgan a las calles y contágiense”. Estoy diciendo que la aceptación es una manera de enfrentar nuestros miedos.
E insisto, me quedo con la perspectiva de Adamus Saint Germain. Tiene sentido.
Abundancia. Tal vez sería interesante terminar con algo así: No quieres contagiarte del virus de la corona, pues verifica cómo va tu abundancia. Ahora desde otro nivel: No quieres contagiarte del virus de la corona, pues ¡deja de ser tan dramático y tenerle tanto miedo! Y un nivel diferente más: No quieres contagiarte del virus de la corona, pues simplemente toma una respiración profunda y conéctate con lo más sagrado que hay en ti: TU ALMA, TU CONSCIENCIA. Punto.
Ahí está la sabiduría que necesitas para afrontar lo que sea.